lunes, 25 de septiembre de 2017

"Vicente y Libertad






En  el jardín de una hermosa casa había un hormiguero


en el que las hormigas, dirigidas por Catalina, reina del hormiguero, habían construido largas galerías, con su comedor, sus salas de juego, sus dormitorios y una gran habitación destinada a la despensa.  Una soleada mañana , la reina Catalina salió a dar un paseo y descubrió, en un rincón del jardín, algunos alimentos que se podían almacenar para el invierno. Volvió  al hormiguero e indicó a todas las hormigas el lugar donde encontrarían las provisiones. Las hormigas, una detrás de otra , emprendieron el camino, pero a Vicente, la hormiga independiente, y a su amiga Libertad, la de antenas sin par, les gustaba explorar y buscar alimentos por su cuenta. Vicente, la hormiga independiente, se fue por el césped... y buscó... y buscó... pero nada encontró. Libertad se subió a las piedras... y también buscó... y buscó... pero nada encontró. Se había hecho muy tarde y Vicente y Libertad, cada uno por su lado, se dieron cuenta del error que habían cometido al haberse alejado del hormiguero. Ahora tendrían que volver con las manos vacías, llenos de vergüenza. Cuando volvían al hormiguero, Vicente y Libertad se encontraron y mientras caminaban, vieron cómo caía del bizcocho de un niño una gran miga de pan. Las dos hormigas al ver la miga se les hacía la boca agua. - Mmmmm... ¡Qué bien! -dijo Libertad-. Me la comeré entera en un momento.
Pero  Vicente exclamó: - ¡Deja en paz esa miga de pan! ¡Es mía! ¡Yo la vi primero! Las dos hormigas se lanzaron sobre el trocito de pan y comenzaron a tirar una para un lado y la otra para otro... para allá y para acá... para acá y para allá... mientras discutían con gran fuerza. Cuando ya se habían repartido unas cuantas bofetadas, llegó Barbosa, la hormiga generosa. Era una hormiga que se había perdido, y que al oír el alboroto sintió curiosidad por saber qué pasaba. Al verla acercarse, Vicente y Libertad se asustaron pensando que tendrían que repartir también con ella el botín. - ¡Alto ahí! ¡No toques ese trozo de pan! ¡Es nuestro! -dijo Libertad. - Eso es -dijo Vicente- Si quieres llevarte este sabroso alimento, tendrás que pelearte con nosotras. - ¿Pelearme yo? -exclamó Barbosa-. No tengo intención de pelearme con nadie. Lo único que quiero es comer. Llevo toda la mañana dando vueltas por el jardín, me he perdido, y estoy cansado y hambriento. ¿Por qué no repartimos el pan entre las tres? - ¿Compartir el pan? Esta miga es sólo para mí -dijo Libertad. - Eso no es verdad, es para mí solito -respondió Vicente. - ¡Que te has creído tú para acá... para acá y para allá... mientras discutían con gran fuerza. Cuando ya se habían repartido unas cuantas bofetadas, llegó Barbosa, la hormiga generosa. Era una hormiga que se había perdido, y que al oír el alboroto sintió curiosidad por saber qué pasaba. Al verla acercarse, Vicente y Libertad se asustaron pensando que tendrían que repartir también con ella el botín. - ¡Alto ahí! ¡No toques ese trozo de pan! ¡Es nuestro! -dijo Libertad. - Eso es -dijo Vicente- Si quieres llevarte este sabroso alimento, tendrás que pelearte con nosotras. - ¿Pelearme yo? -exclamó Barbosa-. No tengo intención de pelearme con nadie. Lo único que quiero es comer. Llevo toda la mañana dando vueltas por el jardín, me he perdido, y estoy cansado y hambriento. ¿Por qué no repartimos el pan entre las tres? - ¿Compartir el pan? Esta miga es sólo para mí -dijo Libertad. - Eso no es verdad, es para mí solito -respondió Vicente. - ¡Que te has creído tú eso! -dijo Libertad. Entonces intervino Barbosa: - Si seguís discutiendo no habrá forma de entenderse. Es una miga de pan muy grande para que se la coma una sola. Tenemos comida para las tres... Y seguro que, después de comer todo lo que queramos, nos sobrará y lo podremos llevar entre las tres al hormiguero. Por eso, lo mejor sería compartir esa estupenda y tierna miga de pan. Discutir no sirve de nada, nos hace perder el tiempo. Además, por el camino he visto un pájaro que nos puede qutar este exquisito manjar. - Oye, Vicente, creo que Barbosa tiene algo de razón -dijo Libertad. - Es verdad, quizá está en lo cierto -dijo Vicente-. Además, si no lo hacemos cuanto antes, la miga de pan se va a quedar más dura que una piedra. Así partieron la miga y comieron. Y comieron hasta hartarse. Cuando terminaron, se habían hecho muy amigas y entre las tres llevaron al hormiguero el pan que les había sobrado.
Actividad:

viernes, 22 de septiembre de 2017

Extinción de especies

 La extinción es la desaparición total de una especie en el planeta. Durante la larga historia del planeta han habido muchas extinciones causadas por cambios climáticos, vulcanismo, inundaciones, sequías. Sin embargo, en los últimos años la gran mayoría de las extinciones de flora y fauna se deben al impacto directo o indirecto de las actividades humanas.
Las perturbaciones causadas por nuestras actividades, disminuyen el área de distribución de las especies y reducen a las poblaciones poco a poco. Cuando las poblaciones son pequeñas su riesgo a la extinción aumenta debido a diversos factores. Las poblaciones pequeñas son más susceptibles a desaparecer por fenómenos naturales como incendios, ciclones, sequías, etc.; son más susceptibles a la pérdida de variabilidad genética, ya que cada vez están más emparentados.

jueves, 7 de septiembre de 2017

EL PAIS SIN PUNTAS

Juanito Trotamundos era un gran viajero. Una vez llegó a una ciudad donde las esquinas de las casas eran redondas y los tejados no acababan en punta. sino en una especie de joroba suave. En la calle había un rosal y Juanito tomó una rosa para ponérsela en el ojal de la chaqueta. Mientras la tomaba se dio cuenta de que las espinas no pinchaban, no tenían punta y parecían de goma. y hacían cosquillas en las manos.
De pronto. apareció un guardia municipal y le dijo sonriendo:
­ ¿No sabía que está prohibido arrancar rosas?
- Lo siento, no había pensado en ello
- En este caso. Solo pagará la mitad de la multa -dijo el guardia sonriendo.
Juanito observó que escribía la multa con un lápiz sin punta. y le dijo:
­ ¿Me permite ver su espada?
- Con mucho gusto -le contestó el guardia.
Y, naturalmente, la espada tampoco tenía punta.
- Pero, ¿qué país es este? -pregunto Juanito.
- El País sin punta. Y ahora, por favor, deme dos bofetadas- dijo el guardia.
Juanito se quedó de piedra y respondió:
- Por el amor de Dios, no quiero ir a la cárcel por maltrato a un oficial. Las dos bofetadas, en todo caso, debía recibirlas yo.
- Pero aquí se hace así -explicó gentilmente el guardia- Por una multa entera, cuatro bofetones, por media multa. solo dos.
- ¿Al guardia?
- A1 guardia.
- ¡Pero es injusto! ¡Es terrible!
- ¿Oh, claro que es injusto! —dijo el guardia- La cosa es tan odiosa que la gente, por no verse obligada a abofetear a unos pobres inocentes. se cuida de hacer nada contra la ley. Venga, deme esos dos bofetones y otra vez esté mas atento a lo que hace.
- Pero yo no quiero dárselos. Si acaso, una caricia.
­ Si es así —concluyó el guardia- lo tendré que acompañar a la frontera.
Y Juanito, avergonzado, se vio obligado a abandonar el País sin punta. pero aun hoy sueña con poder volver. 
Gianni Rodari
  •   ¿Cómo se llama el protagonista?
  • -          ¿Y el país donde se desarrolla la historia?
  • -          ¿Por qué le quieren poner una multa?
  • -          ¿Y por qué razón le echan del país?
  • -          Dime algún elemento que no tuviera punta en el país

domingo, 3 de septiembre de 2017

SALTAMONTES

https://youtu.be/Eu1ZPSjJqtU

UN FALLO SALOMÒNICO

UN FALLO SALOMÓNICO.

    Trotaba aquella tardecita Juan el Zorro por la orilla de un  espeso monte, cuando llegaron a sus oídos voces airadas que se cruzaban en agría discusión.
   Se internó cautelosamente en la maraña y vio un Gato Montés y a un Perro Cimarrón cambiando entre sí denusteos de subido tono.
   El motivo del altercado era una gorda Pava Silvestre que yacía junto a ambos contenedores.
  -¡Es mía! – chillaba el gato -¡Juí yo el que subí hasta la copa ´el árbol pa´ cazarla! ¡ Sin el zarpazo que le pegué no hubiera caído!
  -¡No señor, es mía! ¿Si  yo no lo hubiera abarajao en la boca se habría escapado en fija po´entre los matorrales! –grunía el Perro.
   La disputa se tornaba cada vez más violenta y ya los dos rivales, haciendo honor a la tradición, estaban en un tris de acometerse, cuando la inesperada voz del Zorro los contuvo.
   -No se hagan mala sangre al ñudo caballeros – díjoles el Zorro – Estos pleitos no se resuelven estropiándose el cuero sin necesidá. A  ver vayan contando cómo jué la cosa. Tal vez yo,que soy un Juan de Ajuera y no gano ni pierdo nada en este asunto, pueda  darles una manito pa´bien de que ustedes  se arreglen sin camorriar…
Aceptaron la propuesta los otros – convencido cada uno de ellos que la razón estaba en su parte  - y entonces el Zorro les aconsejó reconstruir el hecho.
  -¿Dónde estaba la Pava?- preguntóles.
  - Allá en la copa de aquel tala grandote, cerca del nido ´e Chinchibirre que se ve a la derecha. Me trepé por el tronco, salté dispués hasta aquel gajo, pasé al otro´e más arriba…Pues es pa mí la cosa más sencilla del mundo.
   - No es que yo dude en su habilidá, compañero – dijo Juan –Pero va a tener que repetir la hazaña, porque una cosa son las palabras y otra  los hecho como usté no inorará…
   Herido en su amor propio al suponer que Juan no le creía, el gato subió en cuatro ágiles brincos a la copa del árbol.
  -¿Y usté ande estaba colocao cuando  cayó la Pava? – preguntó entonces Juan volviéndose hacia el Perro.
  - Aquí mesmito junto al tronco del tala. Pues sepa que para mí es tan fácil como ladrarle a la luna, porque tengo güen ojo y colmillos juertes.
    Lo será, caballero no lo dudo. Pero repito que un juez tiene que conocer bien a fondo los hechos pa que su sentencia sea justa.
    Y dirigiéndose al Gato le gritó:
  -¿Vamo´a ver como se porta! ¿ Haga´e cuenta que ese nido´e Chinchibirre es la Pava y échemelo pal suelo de un zarpaz! Y usté prepárese p´abarajarlo, amigo – añadió volviendo a encararse con el Cimarrón.
   Gato y Perro, sin parar mientes en los riesgos que corrían, se dispusieron a cumplir a cumplir la prueba dispuesta por el juez. Saltó el felino  y dio tan potente manotazo al nido, que las duras espinas de que éste estaba recubierto le atravesaron la zarpa, arrancándole maullidos de dolor. En ese mismo instante cogió  Juan un puñado de tierra, y arrojándoselo a los ojos al Perro –que con el hocico en alto y las orejas muy tiesas continuaba al acecho- gritó entre carcajadas estruendosas:
-         ¡Lo que se caza a medias se reparte, chambones! ¡Apréndanlo p´otra vez1
   Y mientras el Gato se lamía la zarpa herida y el Cimarrón se restregaba furiosamente los párpados, desapareció llevándose la Pava, ante el estupor de los chasqueados pleitistas.
                                                               Serafín J. García